Piratas, balleneros, colonos y científicos

Fragmentos para una historia de Galápagos

Piratas, balleneros, colonos y científicos

 

 

Las islas Galápagos son un lugar con una historia humana única, que oscila entre lo extraño y lo trágico: legendarios navegantes incaicos comparten las páginas de las crónicas galapagueñas con conquistadores españoles, piratas y bucaneros ingleses, balleneros estadounidenses, prisioneros y capataces ecuatorianos, Robinsones y náufragos... Y, casi inevitablemente, con Darwin, el Beagle, y docenas de otras expediciones científicas.

La relación de los seres humanos con el archipiélago nunca fue sencilla. Los primeros navegantes españoles las llamaron "islas Encantadas": incapaces de colocarlas sobre sus cartas, las creían hechizadas, es decir, sujetas a un encanto maligno que las hacía aparecer y desaparecer. Herman Melville, el autor de Moby Dick (y tripulante de uno de los muchos barcos balleneros que faenaron en las Galápagos) inmortalizó esa antigua denominación en uno de sus mejores trabajos literarios, The Encantadas (1854). Su descripción de las islas no fue precisamente halagadora: se refirió a ellas como a "five-and-twenty heaps of cinders" en el medio del mar.

La reputación de "encantadas" que las islas tuvieron entre los españoles durante el periodo colonial latinoamericano permitió que bucaneros y piratas las convirtieran en su refugio durante los siglos XVII y XVIII; de hecho, el autor del primer mapa confiable del archipiélago fue un privateer inglés, William A. Cowley (1684).

Un siglo más tarde, tras el fin de la era de los piratas, el lugar de esos célebres forajidos fue ocupado por balleneros y cazadores de lobos marinos, quienes abusaron de los recursos naturales locales al punto de casi extinguir algunas especies. Treinta años después de su llegada, cuando los cachalotes, las focas y las tortugas gigantes prácticamente habían desaparecido, y las iguanas y los pingüinos estaban seriamente amenazados, los navíos de caza y pesca abandonaron la zona y se dirigieron a arrasar otras tierras y otras aguas. Las Galápagos pasaron a ser entonces parte del territorio nacional ecuatoriano (1832) y, tras la visita de Darwin en 1835, un lugar de estudio e investigación.

Durante la última parte del siglo XIX y los inicios del siglo XX, incontables expediciones científicas visitaron las islas. Y. paradójicamente, depredaron su fauna y su flora a niveles inconcebibles, para alimentar el hambre casi insaciable de especímenes de los zoológicos, museos y colecciones privadas de historia natural de Europa occidental y América del Norte. Al mismo tiempo, un buen número de colonos ecuatorianos llegaron desde tierra firme para trabajar, bajo condiciones cuasi-esclavistas, para terratenientes despiadados. Así, para 1930 la degradación de los paisajes galapagueños era brutal. Además del daño causado por los animales introducidos (perros, gatos, cabras, cerdos, ratas), la sobreexplotación de los recursos por parte de los colonos había llevado a la mayoría de las especies endémicas al borde de la extinción.

En 1958, la enorme preocupación expresada abiertamente por la comunidad científica internacional en relación a la biodiversidad galapagueña llevó a la creación, por parte del gobierno del Ecuador, del Parque Nacional Galápagos. El Parque fue oficialmente inaugurado el 20 de julio de 1959, y desde entonces protege el 97% de la superficie terrestre del archipiélago. Tres días más tarde, y con el apoyo de la UNESCO y la IUCN, se creó en Bruselas la Fundación Charles Darwin para las islas Galápagos (FCD), con el fin de apoyar los esfuerzos (inter)nacionales destinados a la conservación de las islas.

En 1960, y bajo condiciones particularmente duras, la FCD comenzó a construir una estación científica en las cercanías de Puerto Ayora, sobre la costa sur de isla Santa Cruz. Inaugurada el 20 de enero de 1964, la Estación Científica Charles Darwin (ECChD) se convirtió inmediatamente en un espacio donde científicos e investigadores desarrollaron sus proyectos, intentando describir y comprender los ecosistemas galapagueños y, al mismo tiempo, identificar las amenazas para su supervivencia.

Desde ese momento, la ECChD creció hasta transformarse en una institución moderna y bien equipada en la cual un equipo internacional de profesionales lleva a cabo sus actividades. Y, al mismo tiempo, se convirtió en el lugar en el que se preservó toda la historia de semejante labor: las grandes y pequeñas narrativas de los logros científicos, pero también la memoria social de la protección y conservación de Galápagos, con todos sus esfuerzos, luchas, éxitos y fracasos a través de las décadas.

[La fotografía que ilustra este texto está incluida en el álbum "Nourmahal". Está etiquetada como "Dr. Ritter and 'Dore' 'at home'. Charles Id., Galapagos. April, 1932. Gift of H. S. Swarth" y es un agregado posterior a la visita de la Expedición Nourmahal a Galápagos en 1930].


Referencias

  Melville, Hermann (2002). The Encantadas, or Enchanted Isles. London: Hesperus.


 

Texto e imagen: (edgardo.civallero@fcdarwin.org.ec)
Fecha de publicación: 1 de diciembre de 2021
Última revisión: 1 de diciembre de 2021