Se entiende por patrimonio intangible a aquella parte del patrimonio cultural que, como su nombre indica, no se puede tocar: un conjunto de prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y destrezas no-físicas que suele formar parte del folklore, las costumbres, las creencias y las tradiciones de un lugar, un pueblo y/o una comunidad.

La tradición oral (incluyendo la forma lingüística que la codifica), las artes performativas (canto, música, danza, teatro), las prácticas sociales, los rituales, los eventos festivos, el conocimiento y la memoria en general, y determinadas destrezas (artesanía, cocina): todos estos elementos forman parte del patrimonio intangible, el cual, por su propia naturaleza un tanto inasible y etérea, es en ocasiones difícil de definir, e incluso de identificar.

En las islas Galápagos, la principal forma de patrimonio intangible es la oralidad: los contenidos conservados, transmitidos y enriquecidos a través del lenguaje hablado. Buena parte de la memoria isleña se ha mantenido a través de canales orales, los cuales han sido pobremente estudiados y sistematizados; si bien algunos documentales y libros (por ejemplo, de entrevistas a viejos colonos) se han ocupado de salvaguardar saberes y experiencias que, de otra forma, hubieran desaparecido con la muerte de sus narradores, queda un enorme acervo por recuperar. Y tal recuperación resulta urgente en el caso de las personas mayores; los jóvenes, por su parte, han encontrado, en las nuevas tecnologías de la comunicación, nuevos formatos para su propia oralidad.

A través de esos canales orales se transmiten otras formas de patrimonio intangible. El folklore es uno de ellos: las costumbres, tradiciones y sucesos conservados en la memoria colectiva a través de las generaciones. Los cuentos de aparecidos y fantasmas, o las leyendas sobre tesoros escondidos y maldiciones, tan comunes en las cuatro islas habitadas de las Galápagos, componen un enorme cúmulo de relatos folklóricos, aún no recogidos en su totalidad. La historia oral isleña ―la historia "grande" de la sociedad en general, y las muchas historias "pequeñas", familiares e individuales― tampoco ha sido completamente sistematizada: si bien autores como el colono noruego Jacob Lundh tuvieron la iniciativa de recoger y utilizar extensamente los testimonios hablados de personajes de la comunidad local, buena parte de la historia de Galápagos ha sido escrita siguiendo el método tradicional, en base a (por lo demás escasos) documentos escritos e impresos.

Los oficios ―la agricultura, la pesca, la recogida de sal y de mariscos― y la cocina, la música y los bailes locales, también son parte del patrimonio cultural intangible. En líneas generales, y con contadas y honrosas excepciones, no se han recogido y documentado las costumbres detrás de esas prácticas, ni los métodos de trabajo, las recetas o los aprendizajes y enseñanzas.

Una comunidad, un pueblo o una sociedad son mucho más que su cultura material: son sus conocimientos y sus recuerdos. Un puñado de elementos frágiles, inestables y valiosos, de cuya importancia los seres humanos no suelen ser conscientes ― hasta su pérdida.

[La fotografía que ilustra este texto corresponde a un paisaje en isla Isabela, y fue tomada por Edgardo Civallero].