La Estación Científica Charles Darwin comenzó a construirse en 1960 y se inauguró oficialmente en enero de 1964. Además de oficinas, laboratorios, galpones y, incluso, una estación meteorológica, el espacio contó con un sismógrafo.

De acuerdo a los registros de la FCD, las instalaciones originales de ese sensible instrumento fueron construidas, con el apoyo del U.S. Coast and Geodetic Survey (Servicio Geodésico y de Costas de los EE.UU., C&GS), entre marzo y diciembre de 1963, en un acantilado tierra adentro de la ECChD.

Entre abril y mayo de 1964 se instaló el aparato y un segundo generador, imprescindible para su funcionamiento. Y, una vez comenzó a operar, se convirtió en miembro de la World-Wide Standardized Seismograph Network (Red Mundial de Sismógrafos Normalizados, WWSSN). Esa red nació a inicios de la década de los 60 a partir de preocupaciones políticas: la posibilidad de detectar pruebas nucleares y combatirlas. La Defense Advanced Research Projects Agency (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, DARPA) del Ministerio de Defensa estadounidense fundó la C&GS para diseñar y construir una red internacional de sismógrafos, que acabaría convirtiéndose en la WWSSN, y cuya primera estación, la de Albuquerque (EE.UU.), fue inaugurada en octubre de 1961. Para finales de 1963 había 89 estaciones en todo el mundo, las cuales llegaron a ser 121. En 1967 se discontinuó la financiación de la DARPA, y la WWSSN pasó a ser monitoreada por el U.S. Geological Survey (Servicio Geológico), que cesó las operaciones de la red en 1996.

Para lograr mantener activo el sismógrafo, la FCD recibió apoyo económico y logístico de la C&GS, adonde se enviaban, mensualmente, los registros sismográficos. La ECChD recibía copias microfilmadas de los mismos, que son las que se conservan en la actualidad, como una colección independiente del Archivo institucional.

Junto a los sismogramas se mantiene una interesante serie de informes, cartas y notificaciones, cuyo rango cronológico alcanza las tres décadas. Esos documentos permiten vislumbrar las muchas dificultades y complicaciones (técnicas, pero también operativas y burocráticas) a las que se enfrentaron los responsables del sismógrafo galapagueño para mantenerlo activo.

La historia del sismógrafo y la de las personas que lo operaron, mantuvieron y repararon todavía está por escribirse. Mientras tanto, los sismogramas son un recordatorio y una pequeña muestra de las muchas y variadas labores científicas llevadas a cabo en la ECChD, en ocasiones contra todo pronóstico, a lo largo de sus seis décadas de existencia.