Impresiones de un viaje es un hito en la literatura de viajes producida en Ecuador, y uno de los primeros textos escritos sobre las islas Galápagos por un ecuatoriano. La Biblioteca de la FCD conserva, en una de sus colecciones especiales, una primera edición del famoso libro.

Su autor, Nicolás Guillermo Martínez, estuvo en el archipiélago entre noviembre de 1906 y agosto de 1907, durante un periodo convulso de la historia política del país. Acababa de renunciar a su puesto de ayudante en el Observatorio Astronómico de Quito y estaba de paso por Guayaquil cuando contactó, por pura casualidad, con el representante del Ingenio "El Progreso", ubicado en isla San Cristóbal. Este le organizó el viaje a Galápagos a bordo del pailebot Manuel J. Cobos, y le preparó cartas de recomendación. En San Cristóbal fue recibido por el Jefe Territorial, el Coronel Pedro Jaramillo, y permaneció en la isla desempeñando, en sus propias palabras, "un modesto cargo civil". Aprovechó un viaje del Tomasita de Antonio Gil para conocer isla Isabela, y se interesó por la realidad local, con la cual ya había tenido un contacto inicial a través del libro del naturalista alemán Franz Theodor Wolf Ein Besuch der Galápagos-Inseln (1879, publicado en Quito en 1887 como Memoria sobre las islas Galápagos).

Para comprender la importancia del viaje (y la subsiguiente crónica) de Martínez es necesario entender que en esa época las únicas embarcaciones que cubrían el trayecto entre el continente y las islas eran el Manuel J. Cobos y el Josefina Cubas, que iban a San Cristóbal, y el Tomasita, que iba a Isabela. Los tres barcos solían llevar a los trabajadores y empleados de las haciendas y a funcionarios del Gobierno nacional, y eran necesarias muchas recomendaciones o amistades influyentes para que trasladaran a otro tipo de pasajeros, como fue el caso de Martínez. Algunas veces arribaba al archipiélago el crucero Cotopaxi, de la Armada ecuatoriana, pero la embarcación estaba en mal estado, y los capitanes locales tenían una formación tan pobre que en una ocasión el navío se perdió en el mar y no encontró las islas (que habían desaparecido debido a algún ignoto cataclismo, según la explicación oficial del incidente).

Dadas las dificultades para llegar, las visitas a las islas por parte de viajeros (especialmente nacionales) no eran frecuentes y, por ende, las crónicas ecuatorianas son escasas, en especial si se las compara con las producidas por autores extranjeros.

A lo largo de sus meses de estadía, Martínez apuntó una serie de notas sobre sus experiencias y vicisitudes. Publicó un extracto de las mismas, relacionado con San Cristóbal, en el periódico La Prensa de Ambato en 1911, y dos años más tarde hizo lo propio con sus escritos sobre Isabela. En 1915 las crónicas completas fueron publicadas por primera vez en Quito, en los Talleres de la Policía Nacional. En 1916 el texto fue presentado, en 23 entregas, en El Telégrafo de Guayaquil. La segunda edición de la obra completa apareció en Ambato (Imprenta de R. Costales) en 1919, y la tercera se lanzó en 1934 como parte de una serie producida por el Observatorio de Quito.

En la actualidad continúan apareciendo reimpresiones de este trabajo, que tuvo como antecesor a Las Islas Encantadas de Bognoly y Espinosa (1905) y que precedería, a su vez, a Galápagos, las últimas islas encantadas, de Paulette E. de Rendón (1946). Un eslabón más de la cadena de obras literarias que hicieron de las Galápagos su objeto y su motivo.